domingo, 1 de julio de 2012

Lirios blancos

La flor favorita, la predilecta, la de siempre...todos  posaron una sobre su nombre, como les había dicho. Ahora lo único que quedaba por hacer era irse, sin decir más; tal vez era un acto cruel, pero considerándolo bien, era justo y lo que correspondía. Posiblemente, ese pedido fue el más inocente y sincero que hizo. Nadie podría volver a quejarse, obviar y hacer observaciones; al fin y al cabo, logró lo que se propuso.

Esa flor le recordaba a las mañanas frías antes de salir, a la neblina, las gotas de rocío sobre las hojas de las plantas, el pan que desayunaba, la espuma del jugo, el pelo de su abuela, la tez de su abuelo y a los rulos de su perrita; todos blancos. A pesar de ser una flor parecida al cartucho, tenía una peculiaridad, era la más delicada y hermosa que había visto en su vida. Pocos entenderían qué sintió.

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